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…y así el día 12 de octubre de 2009 ha comenzado el vigésimo quinto periodo anual en la biografía de una aldea en la comarca patagónica austral. Mientras transcurren sus días, los integrantes de su comunidad interactúan relacionándose social y afectivamente, estableciendo una interdependencia que algunos celebran, otros ignoran, otros niegan, otros desprecian. Lejos de asumir una actitud pedagógica que esclarezca al espectador, este calendario es un contenedor, un envase que contiene preguntas que exploran cuestiones que parten de la singular mirada de entender la historia desde la concepción local del tiempo, propone reflexionar sobre el lugar del individuo en la conformación del tejido social y la transformación del contexto que lo rodea, la problemática en la construcción de una subjetividad y el pensamiento critico que lo emancipe de los centros generadores de sentido y validación de la realidad…; consecuentemente mas allá de los impulsos que motivaron esta lámina, el significado último de este calendario búsquese en la íntima y particular percepción de quien lo consulte… En esta era del cambio y la comunicación, las cosas de un mundo cada vez más próximo e inmediato parecieran disolverse en una acelerada transfiguración que homogeniza, cumpliendo con los designios de profecías que auguran un único mundo facilitado por la virtualidad de un monitor que prodiga la avidez de información y entretenimiento…, y así quizás esté clareando en el horizonte este nuevo amanecer, pero mientras dure la noche, quizás desde algún periférico arrabal del planeta existan aquellos que cuestionen este paraíso, decidan imaginar otro cielo y así…
marcelo ferreyra